Son las cuatro de madrugada, hora española, el avión acaba de despegar del aeropuerto de Barcelona con destino a Tánger. Desde el asiento junto a la ventana, Yumna observa el oscuro cielo nocturno extendiéndose infinitamente más allá de las alas. Las azafatas están dando instrucciones de seguridad a los pasajeros, pero nada se escucha por encima de las voces de los niños y las madres.
A su lado derecho, se sienta una mujer en sus ochenta años, con un rostro marcado por las arrugas, como si fuera un paisaje en sí mismo, testigo de las altas y bajas que ha experimentado a lo largo de su vida, a veces profundas, a veces superficiales tal como la vida misma. En los asientos detrás, hay una pareja con un niño de cinco años aproximadamente. Lo extraño es que él sea quien esté tranquilo, mientras que sus padres no han dejado de pelear, los gastos del verano, la familia, su cuñada Fátima que les invitó a un restaurante chino y no pagó…
– Por favor, permanezcan sentados y mantengan abrochados los cinturones de seguridad, dice el piloto.
Al fondo, un pasajero grita por los dibujos animados que una madre está poniendo para tranquilizar a su hija. En los asientos delanteros, una joven de veinte años está hablando frente a la cámara, saludando a sus seguidores y contándoles sobre lo maravilloso que es su viaje. En el asiento opuesto, un hombre mira a la cámara y repite: «لا حول و لا قوة إلا بالله», expresando su desaprobación por lo que está haciendo la joven. Mientras tanto, la pareja de atrás parece estar en cualquier lugar menos en el avión, ha llegado hasta el verano de 2010 cuando la familia de Fátima vino a pasar las vacaciones en su casa.
-Tuve que pagar 1000 dírhams, gastos de agua y electricidad correspondiente a julio y agosto debido a que tus sobrinos no dejaron de rellenar la piscina durante todo el verano. Dice el hombre.
– Han pasado ya nueve años y aún te acuerdas de estos pequeños detalles. Fueron nuestros huéspedes y nos trajeron muchos regalos. Responde la mujer.
– ¿Pequeños detalles? Tuve que endeudarme para cubrir los gastos de doce personas durante dos meses. El hombre con un tono de voz elevado.
Fátima no ha pagado el vuelo, pero su presencia acompaña todo el viaje. Los pasajeros saben cuántos hijos tiene, cuánto tiempo suele pasar en Marruecos, qué tipo de regalos trae, etc.
El avión se ha sacudido varias veces, pero nadie parece haberlo notado, todos están demasiado ocupados saldando sus cuentas en los cielos de Cataluña.
En medio de todo, Yumna intenta encontrar claridad en la oscuridad exterior, reflexionando sobre cómo este verano ha transformado por completo su vida. Ella, una mujer de treinta años, proviene de una familia muy conservadora donde las mujeres raramente viajan solas. Desde su infancia, ha tenido numerosas preguntas sin respuestas, nunca ha aceptado cómo la sociedad y la religión han descrito a la
mujer. Siempre se ha cuestionado las expectativas impuestas por la religión y las normas culturales. Sin embargo, jamás ha podido compartir sus pensamientos por miedo a ser juzgada.
– ¿Cómo es posible que una botella de agua de 50 cl cueste 3 euros?», dice el hombre de atrás, quien acaba de tomar 3 botellas pensando que son gratis.
– No son gratis, señor. Responde la azafata.
Las voces se alzan de nuevo, y mientras todos comienzan a expresar su opinión, la joven de la cámara ha levantado la mano para grabar lo que está ocurriendo. De repente, un joven sentado detrás arrebata la cámara de sus manos y la arroja a un lado.
– Deja de grabarnos, grita el joven.
Las voces vuelven a elevarse, entre aquellos que están de acuerdo y los que están en contra. Uno de los jóvenes se pone de pie para defender a la chica, y el avión se convierte en un ring de lucha libre.
– Sentados y con cinturón de seguridad abrochado, insiste el piloto.
Él no sabe que nadie le está escuchando. La mitad de los pasajeros está gritando y la otra no entiende lo que dice. El avión se sacude con fuerza y se balancea de un lado a otro, haciendo que el equipaje comienza a caer. Todos se apresuran a sentarse en sus asientos. Luego, los gritos se transforman en plegarias.
– Allaho akbar, allaho akbar… grita un hombre sentado al fondo.
– Por favor, deja de gritar que estás asustando a los niños, dice una mujer.
– Astaghfiro Allah, responde el hombre.
– Disculpen las sacudidas leves, estamos atravesando una zona de turbulencia atmosférica, explica el piloto.
Las luces se han apagado y un silencio ha caído sobre todos, llenando el pasillo de calma. Yumna vuelve a la ventana pensando en estos meses de verano que ha pasado en España. Todo comenzó hace casi dos años, cuando perdió a su padre y decidió aprender un nuevo idioma para rellenar su tiempo libre. Esta decisión cambió completamente su vida, consiguió la beca de Cervantes y tuvo la oportunidad de viajar
a Málaga para cursar el nivel C1. Ella que nunca ha salido de su país, acaba de experimentar otro mundo totalmente diferente y las preguntas que ha tenido siempre sobre la realidad de las cosas, se han duplicado. La única diferencia ahora, es que tiene la confianza y la valentía para plantearlas.
Ha cerrado los ojos y ha empezado a recordar de los primeros días en la Escuela Debla, de los compañeros alemanes, de los profesores, de las actividades y las excursiones culturales en Córdoba y Granada, de cómo la gente vive libremente, sin prestar atención a lo que dicen los demás. Ella, quien ha vivido toda su vida dentro de una burbuja cultural, definida por las normas religiosas. Como no ha tenido la
manera de decir no, se ha conformado y las ha seguido como un miembro más del rebaño. Pero ahora, se promete a sí misma no seguir los pasos de sus ancestros, a ser libre, aunque eso signifique vivir sola.
– Señoras y señores, hemos superado el momento de riesgo, les agradecemos por su paciencia y colaboración. Dice el piloto.
Yumna vuelve a abrir los ojos, intenta dirigir la mirada hacia la ventana y allí se encuentra con una de las vistas mas espectaculares que ha visto en su vida. Un rayo de luz en la lejanía, luchando por disipar la oscuridad, como un anuncio de una nueva vida que está por comenzar.
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Los cuentos de las abuelas
Dicen que las abuelas aman más a los nietos que a los hijos, que su amor es infinito y no exige nada a cambio. Dicen que una casa con abuela presente tiene calor, seguridad, y mucha sabiduría.
